Pero qué asco me dan los graffitis. Dan una imagen de barrio hundido socioeconómicamente y de inmundicia que no puede igualar ni Europa tras la II Guerra Mundial. Esas letracas de colores chillones que no significan nada estropeando la estética de la calle, y que si queremos recuperar tendremos que repintar los muros con el dinero de nuestros impuestos. Menudo atentado contra el buen gusto y la decencia.
Y quienes acometen ese despropósito, graffiteros analfabetos y parásitos que se atreven a autodenominarse "artistas". Gentuza de baja calaña que reclaman el derecho para sí mismos de destrozar la bella imagen de nuestras ciudades echando chorros de pintura mal dados. Son tan sumamente disminuidos psíquicos que graban en vídeo sus intentos de demostrar que son "antisistema" y "malotes" y luego lo suben a internet para que cualquier individuo pueda denunciarlos con la mayor facilidad del mundo. Una clara muestra de que tienen dos neuronas: una para apretar el spray con dedo índice y la otra para comprar ropa cara varias tallas mayor.
Te das cuenta de que el sistema falla cuando no se condena a los graffiteros a borrar la escoria que ellos mismos han esparcido por el mundo con sus repugnantes manos, y somos los honrados contribuyentes los que tenemos que prescindir de bienes públicos por destinar capital para arreglar lo que pijos rebeldes han destrozado con total impunidad. Personalmente, si pillase a alguno de estos deformes pintando un bien de mi propiedad, les lleno la boca de pintura.
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